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viernes, febrero 4
Edgar Allan Nepomuk
Nos mandó hacer un trabajo sobre "Marianela" de Benito Pérez Galdós y yo, en mi comentario, puse que Marianela era un personaje imposible de puro boba. Él lo tomó como una falta de respeto y se enfureció castigándome con dos comentarios más sobre sendos libros de Pérez Galdós. Le rogué que eligiera otro autor clásico y aumentó el castigo en tres. Me enfurecí y arrastrando diecisiete años, bajé a la biblioteca y saqué con el carnet falso de los libros robados (Nepomuk el falsificador pobre) "Marianela". Recogí cuidadosamente con una grapa las últimas veinte hojas y en el ordenador del Vallehermoso escribí un final diferente en el que la protagonista se vengaba de su familiastra malvada dándoles higos con curare (en homenaje al Sr. Robert Graves) para después cortarle de un tajo de navaja barbera el escroto al mamarracho traidor de su exciego. Firmé con el pseudónimo Poe, introduje las hojas en el lugar correspondiente del libro y lo volví a entregar a su estante, cuidando de no ser interferido por la bibliotecaria.
En dos semanas, había cuatro clásicos de finales tristes con últimos capítulos reescritos por Poe. En un mes, se multiplicaron por dos. En dos, por cuatro. Se corrió la voz y el jefe de estudios puso mil trampas para pillar al terrorista novelesco, que logré esquivar como un buen ídem. El boletín del instituto me dedicó un artículo y los estudiantes comenzaron a sacar más y más libros solo por el morbo de descubrir los finales placenteros y salvajes que yo había elegido. No dejé ni un villano con cabeza, ni un héroe sin premio, ni una doncella sin amante, ni una afrenta sin venganza. En el examen final de Literatura española, él me puso junto a las correcciones "Sr. Poe, disfrútelo porque estas cosas no las hará usted con treinta años".
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