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lunes, febrero 7
Marcelino sin pan ni vino
Soy un niño de estraperlo sin guerra. Los jueves llegan los paquetes familiares y nunca estoy en la lista (aunque esperarlo es absurdo) así que merodeo alrededor de las cajas ajenas, balanceando el zapato con ademán de "pasabaporaquí". Meto la nariz disimuladamente en los envíos de los más asequibles; de los que no me dirán -largo de aquí moscón- y pregunto -¿qué te envían hoy, Medina?- Ábrete Sésamo y surjen los tesoros de Alí Babá: mermeladas de naranja caseras, cajitas de bombones azules, yoyós luminosos, camisetas de Nintendo, tebeos de spiderman...Entonces me vuelvo animalito y trueco. Trueco sin parar, vendiendo aquello que venden los que no tienen nada. Que hasta el pellejo te doy, si me dejas meter cuchara en la confitura, o ser dueño y señor de algo que brille, huela o sepa. Y me llevo agarrado en el bolsillo el tesoro, que si me muero en ese instante me tienen que enterrar con él, y despacio lo escondo en un calcetín dentro de la maleta que hay bajo mi cama. Donde Jim Hopkins que me lo guardará antes de que venga el hermano de turno a decirme -¿En qué andas tú metido, hijo de Satanás?-
La mermelada ya no sabe igual, las luces no son tan brillantes, los tebeos tienen fallos de guión..Me han crecido los ojos, la lengua y las manos sin que me diera tiempo a guardar mi copia de seguridad.
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