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jueves, febrero 17
Zafarrancho tortillero
En el trabajo de mi limoun han hecho un concurso de tortillas, y esta mañana le tocaba llevar la suya. Un acto sencillo el hacer una tortilla, siempre y cuando no llevas 24 horas tocándole los huevos (y viceversa) a tu compañero ¿verdad limoun?
¿Cómo empezamos todo? hablabas del mal olor de la bayeta y flof..te la plantifiqué en las narices para que dejaras de dar la murga. Entonces en venganza decidiste hacerme lo mismo mientras yo fregaba las tazas, bajándome previamente los pantalones a los tobillos para que no pudiera salir corriendo tras de ti (y aún así lo intenté en carrera de pingüino antes de que te encerraras tras la única puerta con pestillo).
Te cambié los huevos (de gallina) frescos por cuatro huevos cocidos y gocé viendo tu afán de cascarlos cuando uno tras otro sonaban prof..prof..prof..contra el plato. Tú llegaste más allá plantificándome la pinza cierrafácil de frudesa en los huevos (no de gallina) desde atrás cuando me agachaba a coger la sartén y como las masculinidades son sagradas, yo te volqué el envase de pasas por dentro de los calzoncillos. Sacudiendo las patitas por el pasillo para que las pasas cayeran perneras abajo, tú decidiste fumigarme el culo con el spray antimosquitos (que después de dos duchas hoy en el autobús aún me han mirado raro) y yo decidí que era hora de terminar la batalla dejándote k.o. de un mopazo (entiéndase, golpe de mopa), pero te defendiste como el capitán Alatriste con estocazos de fregador vileda y entre pim pam poum, nos cargamos la sartén que rodó por el suelo con tortilla, huevos, nueces y la madre que lo parió a todo. Y todavía patinando en aceite, seguíamos lanzándonos improperios empezastetú notú, mientras el chucho se ponía las botas con la tortilla ganadora desparramá en la baldosa.
Y es que ya lo dijo Sabina, compañero; no hay nada mejor que encontrar un amor a medida.
¿Cómo empezamos todo? hablabas del mal olor de la bayeta y flof..te la plantifiqué en las narices para que dejaras de dar la murga. Entonces en venganza decidiste hacerme lo mismo mientras yo fregaba las tazas, bajándome previamente los pantalones a los tobillos para que no pudiera salir corriendo tras de ti (y aún así lo intenté en carrera de pingüino antes de que te encerraras tras la única puerta con pestillo).
Te cambié los huevos (de gallina) frescos por cuatro huevos cocidos y gocé viendo tu afán de cascarlos cuando uno tras otro sonaban prof..prof..prof..contra el plato. Tú llegaste más allá plantificándome la pinza cierrafácil de frudesa en los huevos (no de gallina) desde atrás cuando me agachaba a coger la sartén y como las masculinidades son sagradas, yo te volqué el envase de pasas por dentro de los calzoncillos. Sacudiendo las patitas por el pasillo para que las pasas cayeran perneras abajo, tú decidiste fumigarme el culo con el spray antimosquitos (que después de dos duchas hoy en el autobús aún me han mirado raro) y yo decidí que era hora de terminar la batalla dejándote k.o. de un mopazo (entiéndase, golpe de mopa), pero te defendiste como el capitán Alatriste con estocazos de fregador vileda y entre pim pam poum, nos cargamos la sartén que rodó por el suelo con tortilla, huevos, nueces y la madre que lo parió a todo. Y todavía patinando en aceite, seguíamos lanzándonos improperios empezastetú notú, mientras el chucho se ponía las botas con la tortilla ganadora desparramá en la baldosa.
Y es que ya lo dijo Sabina, compañero; no hay nada mejor que encontrar un amor a medida.
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