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viernes, marzo 11

 

Casi doscientos motivos de callarse

Harto de trenes, víctimas, lazos negros y silencios. Perdimos a Santiago, a Marta y a Lola por retrasarse quince minutos más y coger el tren siguiente al nuestro, salimos Manuel y yo convencidos de que todo había sido una explosión de gas, y al llegar a clase me encontré a Teo histérico llorando y gritándome que por qué demonios no cogía el móvil. Hace un año de todo, pero da igual el tiempo, porque nisiquiera en el mundo blog hemos podido olvidarnos hoy de ese día de mierda (no hablemos ya de otros medios de comunicación).

Nada devuelve a los muertos, basta ya de nombrarlos. Ocupaos de los vivos y, como dice sabiamente Saravá, tocad las campanas por los inocentes que siguen muriendo como ratas en el resto del mundo por injusticias sociales. Lo que debió decirse se dijo, lo que debió hacerse sigue su proceso. ¿Por qué se llora a gritos? ¿para qué sirven las crucecitas, los poemas y los lazos en las páginas web? ¿Para que todos sepan que su dueño lamenta mucho lo que pasó? ¿acaso no es obvio que todo el mundo lo lamenta? ¿a qué viene este circo? Dejemos los lamentos públicos a las plañideras profesionales, por favor. El dolor no se enseña, del dolor no se presume. Los padres de Santi y la madre de Lola no quiere saber nada de aquel día; para ellos no existe en el calendario. Respeto al dolor con la honorabilidad del silencio.

(nepomuk no comment)






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