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martes, abril 19

 

La mujer perfecta

Cómo se había pasado cerca de mes y medio avisando de la presentación oficial de su nueva novia, y diciéndonos “no os paséis…no hagáis nada…no montéis shows…” todos esperábamos que anoche se presentara algo así como el Anticristo vestido de Ágatha Ruiz de la Prada. Supongo que por eso, cuando se abrió la puerta y apareció la mismísima Venus de Botticelli bajada de la concha y diciendo “hola chicos…” tardamos cerca de veinte minutos en darnos cuenta de que llevábamos la boca abierta como ocho besugos.

Hicimos cábalas mientras los novios preparaban la cena. No era posible que hubiéramos sido advertidos durante un mes y medio para luego conocer a la mujer perfecta. Uno dijo –quizá tiene halitosis- y fue a por una cerveza para comprobarlo. Nada. Aliento clorofila. A lo mejor era bioplástica como Cher. Otra cerveza. Nada, todo natural y sin costuras aparentes. Quizá tenía un tic como Claudio Tiberio. Nada…cuando ya teníamos cerca de 16 cervezas en la mesa, decidimos abandonar y reconocer que un petardo como Santi PODÍA enamorar a la mujer perfecta.


Pero me tocó bajar con ella a la tienda de frutos secos a por patatas y la ví mirar un saco de avellanas enteras como se miraría un saco de cojoncitos de ratón blanco.
Ella: ¿Qué son estas bolitas?
Yo: Pues…avellanas
Ella: Uy… qué cosa…
Yo (jo, encima una Venus con sentido del humor): Sí, increíble, fíjate...
Ella (golpe de melena): No las conocía así.
Yo: ¿Cómo las conocías?¿cuadradas? ¿de perfil?
Ella: Pues…no sé… las que yo he visto eran más pequeñitas y blanquitas. Y se podían comer, no eran tan duras.
Yo: Ya..es lo malo que tienen las avellanas, que no nacen ya tostadas de los árboles.
Ella: Sí…y "oyes" ¿para que las compra la gente? Si están las otras ¿no?
Yo: Para jugar al mus.
Ella: ¿Al mus?
Yo: Claro mujer…los amarracos. Para la petanca van pequeñas.
Suelto un chorrito de risa “quegraciatengocoño” que se me congela en la boca al ver que ella me mira son sumo interés.

Y luego, mientras yo cierro el ascensor pensando “Imposible…es imposible” la oigo entrar en la cocina alegre y pizpireta y decir “¡hola cariño! Hemos visto abajo avellanas duras de las de mus…”





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