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lunes, mayo 2
El gato volador
Que vivo sin vivir en mí porque se me ha caído el gato por la ventana. Seis pisos. Seis pisos de vuelo sin motor, rebotando de tendedero en tendedero, agarrando sábanas, batas, manteles y hasta bragas en su caída a los infiernos. Y lo de "se ha caído" que lo digo por decir, porque en realidad he sido yo el que ha cerrado la ventana corredera del baño, sin mirar que estaba el maldito bicho equilibrista paseando por el alféizar, y yo el que se ha quedado sin respiración cuando después del trrrrclac he oído el zump-zump-zump de los tendederos según iba cayendo. Y ahí me he quedado, petrificado, sin mover ni una ceja, hasta que alguien ha aparecido por la puerta y he podido decirle que se asomara por la ventana y me dijera si había algo con pelos que se moviera allí abajo.
Y allí estaba, claro, detrás de una tubería y mirando hacia arriba, como diciéndome "¿bajas o no?". Y siendo fiesta y estando la portería cerrada, he salido a la escalera sin saber exactamente cómo coño iba a acceder al patio interior, hasta que me he cruzado con las siete vecinas que acudían a buscar sus batas, sábanas, manteles y bragas y han sido ellas las que me han ayudado a saltar desde la ventana del primero para recuperar a mi muerto viviente.
Y ha sido después de saltar, recuperar al gato, envolverlo en una manta, recuperar sábanas, manteles y bragas, volver a trepar, salir al rellano, subir a casa, coger llaves y dinero para el veterinario y volver a salir, cuando me he dado cuenta de que estaba en calzoncillos, asi que supongo que seré el comentario del día en la próxima reunión de vecinos.
Nada. Nada de nada. Quince años de gato cayendo seis pisos abajo, y solo tiene un colmillo partido y el hocico como Mike Thysson. Ahora que le veo dormir, dopado perdido, con una burbujita de saliva sanguinolenta inflándose y desinflándose en el hocico, como Hommer Simpson, me pregunto si realmente la puta Marlene no tenía razón hace cinco años, cuando le encontramos en una bolsa de basura y me dijo -no abra ezo niño ¡que zuena igual quer caraho der diablo!-
Y allí estaba, claro, detrás de una tubería y mirando hacia arriba, como diciéndome "¿bajas o no?". Y siendo fiesta y estando la portería cerrada, he salido a la escalera sin saber exactamente cómo coño iba a acceder al patio interior, hasta que me he cruzado con las siete vecinas que acudían a buscar sus batas, sábanas, manteles y bragas y han sido ellas las que me han ayudado a saltar desde la ventana del primero para recuperar a mi muerto viviente.
Y ha sido después de saltar, recuperar al gato, envolverlo en una manta, recuperar sábanas, manteles y bragas, volver a trepar, salir al rellano, subir a casa, coger llaves y dinero para el veterinario y volver a salir, cuando me he dado cuenta de que estaba en calzoncillos, asi que supongo que seré el comentario del día en la próxima reunión de vecinos.
Nada. Nada de nada. Quince años de gato cayendo seis pisos abajo, y solo tiene un colmillo partido y el hocico como Mike Thysson. Ahora que le veo dormir, dopado perdido, con una burbujita de saliva sanguinolenta inflándose y desinflándose en el hocico, como Hommer Simpson, me pregunto si realmente la puta Marlene no tenía razón hace cinco años, cuando le encontramos en una bolsa de basura y me dijo -no abra ezo niño ¡que zuena igual quer caraho der diablo!-
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