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jueves, mayo 19
El tuno negro
Escuché a mi vecino cantar “Maitetxu mía” al acordeón en su terraza. Lo hizo magistralmente. Tanto que no pude menos que asomar el pescuezo y decirle –oye, que bien lo has cantado, precioso ¿eh?-
Él me enseñó su fila de blanquísimos dientes y dijo –ggacias, ggacias…te gegalo un bis- y volvió a cantar la misma canción.
Y entonces se abrió la caja de Pandora.
Mientras tendía ayer la ropa, se asomó acordeón en ristre y dijo -¡eh Agui! –
Ñiguiliñuguili …Maitextu míaaaaaaaaaaa…
Me tragué la canción y sonreí pensando “mira que simpático…”
Mientras freía el pescado, volvió a chistarme desde su cocina -¡psth! ¡Agui!-
Ñiguiliñuguili…Maitetxu míaaaaaaaaaaa…
Me tragué la canción y sonreí pensando “un poquito pesado si que es…”
Mientras estudiaba en la terraza, asomó el cuello y dijo –Eh, Agui..paga ti-
Ñiguiliñuguili…Maitetxu míaaaaaaaaaaa…
Me tragué la canción y sonreí pensando “Joder que tío más plasta…”
Mientras cepillaba al perro oí unos golpecitos en la pared y una voz del más allá que decía –Aguiii, que voy a tocag tu canción..-
Ñiguiliñuguili …Maitechu míaaaaaaaaaaa…
Me la tragué y di tres golpecitos de gracias pensando “Dios mío ayúdame…”
Mientras meaba esta mañana me he sorprendido a mí mismo girándome para ver si tenía un negro de dos metros a mi espalda soltando ñiguilis y maitetxus.
Nepoconfucio: el ego ajeno es el único animal que después de alimentarle, tarde o temprano, es seguro que te morderá las pelotas.
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