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miércoles, junio 29
Escapismo roedor
Echo de menos a la albóndiga cua-cua. Pero ya no puedo estar con ella, porque el piloto mazas de Singapur pasa unos días en su casa y es mi sustituto oficial para llevarla de copas y columpios.
Me retaría con el piloto por la mano (pringosa) de la albóndiga, pero mucho me temo que pueda partirme el tabique nasal con la respiración, así que he preferido retirarme de la contienda, y olvidarme de la bella María y su viajes de cpu, que tanto recogijo me causaban.
Para contrarrestar la melancolía albondiguera, he hecho un balance de los seres “achuchables” que estaban a mi disposición, descartando de inmediato al gato por esa mirada “daunpasomásyserásfoie” que me ha dedicado al soltarle el primer cuchicuchi. Para el perro ha bastado un solo cuchi; el molinete devastador de su rabo (posterior) ya hace que te replantees las cosas. Así que, en ausencia de Paco timbales, y considerando que dar un abracito a un pez resulta asqueroso a la par que ridículo, he optado por espachurrar un poco a alguno de mis ratones viscosos.
Y he descubierto lo rápidos que son esos bichos cuando ven una puerta abierta.
Casi diría que directamente proporcional a lo lento que soy yo tapándoles el camino.
Así que así me encuentro yo ahora. Aquí sentado con los pies en alto, armado con una cacerola y unas pinzas de carne (por si asoma el objetivo), con el gato encerrado en la despensa y poniéndose hasta el rabo (posterior) de yogures, y esperando a que venga mi compañero para darle la noticia de los tres nuevos seres en movimiento libre, disponibles desde hoy en esta casa. Eso sí…temo que pocos cuchicuchis me dedique.
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