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viernes, junio 17
Romanticismo y almejas
Vale que lo del escapulario fosforescente echaba un poco para atrás, pero hay pruebas que se empeñan en demostrar que me precipité al abandonar mi curso de cocina catequista.
Y es que yo había dispuesto una cena romántica en la terraza con fondo de Sarah Brightman, velas, pasta y lambrusco muy frío, pero claro…considerando que la única pasta que yo sabía hacer eran los macarrones con chorizo, resultaba evidente que algo iba a desentonar. Que hasta la fecha yo no he visto ninguna película de Frank Capra donde se diga “te amo...límpiate la grasa de la boca y bésame…” Así que alguien me pasó una receta, apuntada en un papelito, de spaguetti con almejas y pensé “eso suena perfecto”, sin tener en cuenta que si los libros de cocina llevan fotos es por algo. Por ejemplo para que los negados como un servidor sepan apreciar que las almejas se rehogan con cáscara y no valen en el cómodo formato “congeladas-y-pelonas”, a no ser, claro está, que quieras disfrutar del maravilloso espectáculo de ver volar un molusco o decidas añadir a las “veinte formas de morir con clase” la de ser ametrallado en tu cocina por dieciocho almejas.
Así que, visto lo visto, mientras termino de despegarlas del techo, iré ensayando la voz más dulce para el principio y final de mi breve carrera de cocinero-amante-casanova: “cariño te he preparado una cena con velas, whopperconqueso y lambrusco que te vas a chupar los dedos…”
Y es que yo había dispuesto una cena romántica en la terraza con fondo de Sarah Brightman, velas, pasta y lambrusco muy frío, pero claro…considerando que la única pasta que yo sabía hacer eran los macarrones con chorizo, resultaba evidente que algo iba a desentonar. Que hasta la fecha yo no he visto ninguna película de Frank Capra donde se diga “te amo...límpiate la grasa de la boca y bésame…” Así que alguien me pasó una receta, apuntada en un papelito, de spaguetti con almejas y pensé “eso suena perfecto”, sin tener en cuenta que si los libros de cocina llevan fotos es por algo. Por ejemplo para que los negados como un servidor sepan apreciar que las almejas se rehogan con cáscara y no valen en el cómodo formato “congeladas-y-pelonas”, a no ser, claro está, que quieras disfrutar del maravilloso espectáculo de ver volar un molusco o decidas añadir a las “veinte formas de morir con clase” la de ser ametrallado en tu cocina por dieciocho almejas.
Así que, visto lo visto, mientras termino de despegarlas del techo, iré ensayando la voz más dulce para el principio y final de mi breve carrera de cocinero-amante-casanova: “cariño te he preparado una cena con velas, whopperconqueso y lambrusco que te vas a chupar los dedos…”
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