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viernes, julio 22
Honey moon in Móstoles
De boda en los Juzgados de Pradillo. Invitados al enlace informal de uno de nuestros antiguos asistentes sociales. Rata y yo; yo y Rata, sentados en una esquinita viendo desfilar con cara de paisaje a Mari-Jennys y Desireés en imposibles vestidos de lycra, brocado y perlas, del brazo de Luis Alfonsos y Pepes Javis, perdidos dentro de trajes café con leche, con corbata "3 x 2 en carrefour".
Todavía andábamos con los ojos fuera de las órbitas detrás de un trasero de 60 arrobas, ceñido en lurex rosa chicle, y en equilibrio sobre dos palmos de plataforma negra, cuando el tío borracho de la novia (personaje necesario en toda boda) se ha encargado de llevarnos al restaurante.
Indescriptible ese trayecto. Incrustados en el asiento de detrás de un Audi TT (que por cierto, no tiene asiento de detrás) tomando las curvas a dos ruedas, con un chihuahua de plástico bamboleando su cabeza encima de mi cogote, y escuchando boleros de Luis Miguel para satisfacción de su madre, novia y hermanitas (porque considerando el volumen es seguro que algo ha tenido que oírse en México).
Al poner los pies en el asfalto (el cual hubiera besado gustosamente al estilo Benedicto), le he dicho al Rata -macho, no puede haber nada peor que este viajecito de ida que nos acabamos de chupar.-, con la bendita inconsciencia de que aún nos quedaba el viaje de vuelta, en las mismas condiciones, excepto dos salvedades: el costillar de cordero metido entre pecho y espalda botando en cada bache tomado a 70 km/h. y la niña Vanessa Ágatha diciendo pizpireta -A mí no me gusta Luis Miguel ¿me dejáis cambiarlooo?-
Rata y yo coreando suplicantes:¡SI-SI!¡CAMBIA-CAMBIA! y la "Vane" dándonos el tiro de gracia:
...antes muerta que sensilla...ayquesensilla... ayquesensilla...
Todavía andábamos con los ojos fuera de las órbitas detrás de un trasero de 60 arrobas, ceñido en lurex rosa chicle, y en equilibrio sobre dos palmos de plataforma negra, cuando el tío borracho de la novia (personaje necesario en toda boda) se ha encargado de llevarnos al restaurante.
Indescriptible ese trayecto. Incrustados en el asiento de detrás de un Audi TT (que por cierto, no tiene asiento de detrás) tomando las curvas a dos ruedas, con un chihuahua de plástico bamboleando su cabeza encima de mi cogote, y escuchando boleros de Luis Miguel para satisfacción de su madre, novia y hermanitas (porque considerando el volumen es seguro que algo ha tenido que oírse en México).
Al poner los pies en el asfalto (el cual hubiera besado gustosamente al estilo Benedicto), le he dicho al Rata -macho, no puede haber nada peor que este viajecito de ida que nos acabamos de chupar.-, con la bendita inconsciencia de que aún nos quedaba el viaje de vuelta, en las mismas condiciones, excepto dos salvedades: el costillar de cordero metido entre pecho y espalda botando en cada bache tomado a 70 km/h. y la niña Vanessa Ágatha diciendo pizpireta -A mí no me gusta Luis Miguel ¿me dejáis cambiarlooo?-
Rata y yo coreando suplicantes:¡SI-SI!¡CAMBIA-CAMBIA! y la "Vane" dándonos el tiro de gracia:
...antes muerta que sensilla...ayquesensilla... ayquesensilla...
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