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viernes, julio 15
Nepodiana
En la pared posterior a mi cama, hay una ventana de medio arco comunicada con el salón, que no sólo es una ventana. También es el trampolín de mi gato cabrón, que gusta de encaramarse allá arriba hacia las tres de la madrugada, posicionarse como un corredor a punto de salida y ¡flonf! Saltar sobre mis pelotas, que en ese momento descansan en el más apacible de los sueños.
Metro y medio de salto directo a mi entrepierna. Con un tino, que ríase usted del arquero que encendió el pebetero en Barcelona-92. En calzones me lo deja, oiga.
Así que anoche mientras le rascaba la barriga y él hacía ron-ron pensé “esto no puede ser mala hostia hacia mí…¡si es un peluchito de tigre!. Eso es que estoy en el lugar menos indicado en el momento preciso. En lugar de cabrearme, será mejor que busque una solución que beneficie a todos".
Y decidí cambiarle el sitio de la cama a Paco para que le machacase las pelotas a él.
Así que le digo -"hoy duermo yo en el lado derecho."- él contesta “-¿ya no te da miedo el armario?-” y yo apaño sobre la marcha -"No, ahora me da miedo la pared…-”. Entonces él piensa (que yo lo sé) “qué cruz tengo yo con este, Dios mío…” pero no dice nada por aquello de no contrariar a un esquizofrénico, y acepta cambiar de sitio. Él debajo de la ventana y yo a salvo de gatos cabrones voladores. A las tres, me despierta el rgrgrgrg de las zarpas de Tao encaramándose al quicio de la ventana. Veo los dos ojos fosforescentes que nos miran desde arriba y pienso “hala, salta peluchín, que hoy no me voy a enfadar contigo”.
Y ¡flonf! directo a mis pelotas.
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