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domingo, julio 17
Para un pringado de otro
Tengo miedo a quedarme solo. Diez años y medio arrastrando el mismo miedo. A despertarme y encontrarme que ya se han ido todos. Que no me queda nadie y que así tengo que morirme.
¿A una isla desierta? Tao, 350 botellas de tequila y un buen "compañero de hoguera".
Siempre quise ser el Adso de "El nombre de la rosa" de Umberto Eco. Siempre quise tener a Fray Guillermo de Baskerville enseñándome la diferencia inteligente entre el bien y el mal. Nunca lo conseguí, pero estuve cerca. Muy cerca, aunque se llamaba Carlos y era más laico que el Pato Donald.
El mejor momento de mi vida... cuando recuperé la visión de los dos ojos después de la encefalitis. No poder ver, sería para mí el castigo de mil djins. Los ojos me lo dan todo. Sin ojos no hay mundos, sin mundos, no hay yo.
Echo de menos a mi hermano mellizo. Todos los días. A todas horas. A veces le dibujo y hablo con él como un esquizofrénico. Diciéndole -¿Lo ves Cali? mira lo que he conseguido, aquí estoy. En Madrid.- Si puede verme supongo que pensará que soy un gilipollas.
Para querer sólo necesito inteligencia y sentido del humor. Lo demás me es prescindible. Por mí, como si son verdes y pesan 95 kilos en canal.
(y nunca se dice de este agua no beberé ni este cura no es mi padre, Julen)
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