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lunes, julio 11
Pissing
Yo le estaba explicando a Ana que existe un acuerdo no escrito, por el que todo tío sabe que, al entrar en un wc público, tiene que dejar un urinario libre entre él y el que esté meando en ese momento. Ana me había dicho con carita de camella –Hala…¿de verdad? ¿por qué? ¿para no veros la minga?- a lo que Teo había contestado sin dudar -¡Que va! Si aunque mires, muchas veces no llegas a verla…-. Yo, desde mi amplia carrera de minivoyeur, le había rebatido –Claro que puedes verla, menuda tontería…- ante lo cual él había seguido en sus trece. –Ariel, yo te digo que en este mismo garito, NO SE PUEDE ver la polla del que tienes al lado ni aunque te asomes. Y te apuesto un desayuno.-
-Pues hecho.
-Pues hecho. Ahí está el wc. Vamos y dime si sabes hacia qué lado la coloco.
Pero al entrar nos habíamos encontrado tres de los cuatro urinarios ocupados. Y yo que iba primero, me había tocado ocupar el libre mientras Teo se lavaba las manos con falso disimulo. Pero claro…si hay algo de lo que no soy capaz en esta vida es de esperar. Así que empecé a echar vistacillos al tipo de la derecha, intentando dar con la posición de pies más adecuada para permitirme ganar la apuesta. Y nada. La premura por pillar algo antes de que mi coetáneo terminara, sumada a unos urinarios de diseño, demasiado altos y demasiado cerrados, no me dejó distinguir a priori ni los nudillos. Así que pensé "mierda…tendré que moverme…" y me aupé un poco. Nada. Un poco de inclinación a la derecha... Nada. Un poco más arriba… Nada. Quizá si me inclino hacia delante… Nada. ¿Y hacia atrás? Menos…
El hombre de la derecha termina y se marcha. Teo se pone a mi lado. Yo digo –Ni te molestes. Tienes razón. No veo nada.- y oigo una voz a mi izquierda que dice con parsimonia –Entonces ya puedes dejar de mearme los zapatos ¿no?-
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