Nepoarchivos
lunes, agosto 8
Predisposición genética
Yo soy un Serlik. La sangre alemana corre por mis venas. Eso hace que vaya por la vida con paso firme, clavando talón, espalda recta, sin dudar jamás el paso. Sin retroceder.
Yo soy un Nouri. La sangre argelina corre por mis venas. Eso hace que vaya por la vida con la cabeza alta, la vista al frente, la mirada fija. Sin dudar jamás el paso. Sin retroceder.
Yo soy Ariel. La sangre siciliana corre por mis venas. Eso hace que por mi maldita manía llevar la cabeza alta y el paso firme, no vea el cartel “precaución” ni el círculo rojo de dos palmos de diámetro que han puesto en la puerta del banco, y me pegue un guarrazo de morros contra el cristal, regalando una perfecta panorámica de mi nariz y mis labios espachurrados al estilo “Garfield con ventosas para el coche”, a los diecisiete clientes y cuatro empleados que hay dentro del Banco, intentando posteriormente, eso sí, una entrada lo más digna posible, derecho a la ventanilla, la ceja en tic compulsivo, el labio inferior dormido aún por el hostión, preguntando "cabeza alta-paso firme": “¿be da un imbreso bor favor?” mientras el armazón de cristal y metal de las puertas todavía reverbera ngngngng como la campana de un templo budista, y el resto de personas esperan anhelantes entre jijís, que de un momento a otro eche espuma por la boca, o dé muestras de algún otro síntoma de traumatismo craneoencefálico.
Me cago en Alemania, en Argelia, en Sicilia y en todos mis glóbulos rojos.
Yo soy un Nouri. La sangre argelina corre por mis venas. Eso hace que vaya por la vida con la cabeza alta, la vista al frente, la mirada fija. Sin dudar jamás el paso. Sin retroceder.
Yo soy Ariel. La sangre siciliana corre por mis venas. Eso hace que por mi maldita manía llevar la cabeza alta y el paso firme, no vea el cartel “precaución” ni el círculo rojo de dos palmos de diámetro que han puesto en la puerta del banco, y me pegue un guarrazo de morros contra el cristal, regalando una perfecta panorámica de mi nariz y mis labios espachurrados al estilo “Garfield con ventosas para el coche”, a los diecisiete clientes y cuatro empleados que hay dentro del Banco, intentando posteriormente, eso sí, una entrada lo más digna posible, derecho a la ventanilla, la ceja en tic compulsivo, el labio inferior dormido aún por el hostión, preguntando "cabeza alta-paso firme": “¿be da un imbreso bor favor?” mientras el armazón de cristal y metal de las puertas todavía reverbera ngngngng como la campana de un templo budista, y el resto de personas esperan anhelantes entre jijís, que de un momento a otro eche espuma por la boca, o dé muestras de algún otro síntoma de traumatismo craneoencefálico.
Me cago en Alemania, en Argelia, en Sicilia y en todos mis glóbulos rojos.
Archivos
enero 2005 febrero 2005 marzo 2005 abril 2005 mayo 2005 junio 2005 julio 2005 agosto 2005 septiembre 2005 octubre 2005 noviembre 2005 diciembre 2005 enero 2006 febrero 2006 marzo 2006
