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miércoles, noviembre 30
Tal perro, tal amo
Un poco decepcionado me sentía yo con el perro por aquello de que prefería lamerse los huevos, en lugar de hacer cosas tipo Hollywood de "busca-Pucho-busca", pero me doy cuenta que la culpa no es absolutamente suya sino de la predestinación. Porque si él no ha nacido para llamarse "Ringo" y rescatar niños rubicundos de las garras de los malos, yo, como dueño, desde luego tampoco he nacido para llamarme Joe y trepar por la cuerda lisa con una sola mano.
Y para muestra un botón ¿eh? que con todo el kit militar que ahora me gasto por cortesía del ejército de tierra, bien podía haberme convertido en el Clint de El Sargento de Hierro y no he llegado más que al Alfredo Landa de "recluta con niño". Ocho días. Ocho días intentando domar las p**as botas militares del demonio. Ocho días con ellas puestas toooooda la mañana, toooooda la tarde y toooooda la noche. Ocho noches de ridículo absoluto sacando la basura con pijama de ositos y botas comando, como un extraño híbrido entre Rambo y baby-mocosín de Berjusa, y nada. Nada. NADA. Los pies en carne viva y los diez dedos pidiendo socorro.
Así que cuando miro al perro despanzurrado y le digo "qué vergüenza, un perro de caza como tú..." él me mira como pensando "mira...cállate, que si la mili fuera obligatoria tú tendrías que hacer la instrucción con chancletas."
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