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lunes, diciembre 26

 

La conjura de los necios

Nos invitaron a pasar la Nochebuena con ellos para que diéramos ánimo a los nuevos chavales en acogida y ejemplizáramos como "exhuérfanos conflictivos integrados en sociedad". Hicimos petate y para allá que nos fuimos, porque al fin y al cabo, más valía aguantar de nuevo a nuestros asistentes sociales, que terminar viendo a la Pantoja masticando un whopper con queso (nosotros, no la Pantoja). Luego nos alegramos de haber ido, porque lo cierto es que la reunión fue un exitazo y Rata y yo terminamos compitiendo en brillantez y demostración de lo que es saber ser un adulto coherente y responsable, integrado en sociedad.

Ejemplo Nepomuk: Me empeñé en llenar los calcetines de caramelos y chucherías, y apreté tanto hacia abajo, que se descolgaron llevándose consigo la guirnalda que rodeaba todo el salón y arrastrando a jirones unos veinticinco posters navideños hechos por los pequeños de 6-8 años que, obviamente, se pusieron a berrear a coro. Luego, cuando ya se había caído hasta el perchero de los abrigos y hube recogido el último de los 25.328 caramelitos rodantes, supe que los calcetines estaban cosidos por dentro y no podían rellenarse.

Ejemplo Rata: Se empeñó en encender la minichimenea prefabricada para asar caramelos de nube y como los troncos sintéticos no prendían, se le ocurrió la feliz idea de echar al fuego un chorrito de gasolina de su recambio zippo. Aunque yo no estaba presente en el evento, sí que pude disfrutar del badaboum colosal que hizo tintinear las copas del comedor de arriba y arrancó de cuajo el marco metálico de la chimenea. Esta vez los que berrearon fueron los de 8-12 años, sobre todo por la impresión de ver al Rata apagándose los pies a golpes de mantel navideño. Una vez pasado el susto, supimos que la chimenea llevaba diez años clausurada y que el cubo de los troncos estaba de adorno.

Cuando salíamos para urgencias a curar los tobillos del Rata, éste les dijo que no se preocuparan, que podíamos repetir la visita en Año Nuevo. Yo dije -No creo que podamos Teo, que yo tengo planes...- y la Srta. Sagrario hizo lo que no había hecho en los cinco años que estuve bajo su tutela. Me cogió la cara con las manos y me plantificó dos sonoros y aliviados besos.





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