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martes, enero 24
La crisis de los 30
Todos de acuerdo en que sarna con gusto no pica... pero mortifica. Llevo dos tatuajes y existió un tercero que me quité. Así que si hay algo que puedo decir de ellos es que de "indoloros" tienen más bien poco. Y si llevan colorines, más bien nada.
Pues así se lo advertí, porque le conozco; porque fueron unos cuantos meses de compartir piso y porque hablamos de alguien que era capaz de llamar al 112 si se le infectaba un uñero. Pero sucede que acaba de pasar la barrera de los treinta y se siente viejo. O al menos todo lo viejo que puede uno sentirse cuando ya no le ampara el "venti-tal" desde el carnet de identidad.
-Tatuaje en el hombro y piercing en la ceja. Si no lo hago ahora, no lo haré jamás ¿sabes? te vas volviendo cobarde, te lo digo yo. Te vas volviendo cobarde y conservador. Así podré decirles a todos que en un momento de mi vida no lo fuí.-
Mh...Pues eso. Se supone que iba a ser el tatuaje de un dragón alado, pero bastaron los primeros acordes para que nuestro debutante abandonara la orquesta con una exhibición de sufrimiento que hubiera acojonado al mismísimo Charles Manson. No me pilló de sorpresa, sin embargo, porque solamente el numerito de apretar ojos y dientes y extender la mano hacia mí diciendo -pase lo que pase y oigas lo que oigas, no me sueltes...- cuando todavía no le habían dicho ni el precio, ya daba pie a imaginar cómo sería el desenlace.
Total, que del piercing ni asomo. Y del dragón... pues... como sólo dió tiempo a empezar las orejas, ha quedado una especie de dibujito negro que asemeja fielmente los cuernos de un toro. Eso sí... en el futuro, cada vez que se suba la manga, enseñe los cuernos y diga eso de -¡Esto demuestra que una vez en mi vida fuí valiente y arriesgado!- no sé yo que van a terminar pensando los presentes. Sobre todo considerando que pinta de Manolete, precisamente... como que no tiene.
Pues así se lo advertí, porque le conozco; porque fueron unos cuantos meses de compartir piso y porque hablamos de alguien que era capaz de llamar al 112 si se le infectaba un uñero. Pero sucede que acaba de pasar la barrera de los treinta y se siente viejo. O al menos todo lo viejo que puede uno sentirse cuando ya no le ampara el "venti-tal" desde el carnet de identidad.
-Tatuaje en el hombro y piercing en la ceja. Si no lo hago ahora, no lo haré jamás ¿sabes? te vas volviendo cobarde, te lo digo yo. Te vas volviendo cobarde y conservador. Así podré decirles a todos que en un momento de mi vida no lo fuí.-
Mh...Pues eso. Se supone que iba a ser el tatuaje de un dragón alado, pero bastaron los primeros acordes para que nuestro debutante abandonara la orquesta con una exhibición de sufrimiento que hubiera acojonado al mismísimo Charles Manson. No me pilló de sorpresa, sin embargo, porque solamente el numerito de apretar ojos y dientes y extender la mano hacia mí diciendo -pase lo que pase y oigas lo que oigas, no me sueltes...- cuando todavía no le habían dicho ni el precio, ya daba pie a imaginar cómo sería el desenlace.
Total, que del piercing ni asomo. Y del dragón... pues... como sólo dió tiempo a empezar las orejas, ha quedado una especie de dibujito negro que asemeja fielmente los cuernos de un toro. Eso sí... en el futuro, cada vez que se suba la manga, enseñe los cuernos y diga eso de -¡Esto demuestra que una vez en mi vida fuí valiente y arriesgado!- no sé yo que van a terminar pensando los presentes. Sobre todo considerando que pinta de Manolete, precisamente... como que no tiene.
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