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viernes, febrero 17
Dieciocho semanas
Ha traído una ecografía de su hija. Todos se han puesto muy contentos y han empezado a dar grititos y a decir ¡oh-oh-ah! así que yo, para no parecer el rubio idiota comedor de galletas que nunca abre la boca (o sea, el que soy realmente), he ido a dar grititos y a decir también oh-oh-ah.
La Señorita Mercedes ha dicho -Oooh...mira qué caritaaa... ¡esta sonriendo!- Pero yo he visto una especie de rostro negro diábolico de alien terrorífico que me decía "ha-ha-ha-ya eres mío...".
Don Pablo ha dicho -¡Mirad la espina dorsal! está encogidita de piernas ¿lo véis?-. Pero yo he visto ocho rayas blancas encima de ocho rayas grises con pinta de xilofón también bastante diabólico.
La señorita Boto ha dicho -Uuuy...¡qué bien se le ve el chochete! je je je...¡una niña como un piano, sí señor!-. Pero yo he visto (y eso que ahí he prestado una atención especial) unas manchas de forma cónica que si las mirabas de lado y entornabas los ojos, te recordaban un poco a los boniatos que asaba mi nonna.
Así que cuando todo el mundo ha terminado de suspirar y ella me ha dicho ilusionada -¿Qué? ¿qué te parece, Ari?- yo he sonreído todo lo que me daban los carrillos y he dicho -¡Qué niña tan preciosa! ¡y está sonriendo! ¡y qué...ehm...piernas tan encogidas!- porque obviamente, lo malo de los rubios idiotas comedores de galletas, es que, a la hora de la verdad, nunca tenemos valor para decirle a una madre que su hija es un boniato con cara de alien demoníaco tocando el xilofón.
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