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viernes, febrero 3
La idiotez de la paranoia
Todos los seres humanos pasamos en algún momento de nuestra vida por algo que Jim denomina como "la idiotez de la paranoia". Este concepto viene a definir la falta de lógica absoluta cuando somos presa de un ataque de pánico inútil o un fuerte shock emocional repentino.
El árabe se sube al autobús y se sienta frente a nosotros. Es enorme. Lo más enorme en árabes que yo he visto en mi vida (y he visto muchos). Acto seguido, se cala la capucha del chaquetón, saca un pequeño libro del Corán, y se pone a rezar en modo cántico-moscardón, con ambas manos vueltas hacia arriba y un extraño balanceo. Yo, que casi puedo oir la sangre de los viajeros del autobús congelarse y cristalizarse dentro de sus respectivas venas, permanezco en mi asiento; mis compañeros de facultad, sin embargo, se levantan y huyen al fondo. Poco a poco se va haciendo el vacío alrededor del árabe. Primero con mesura y discrección, luego con total histeria compulsiva. Desde el ultimisisisisisisisimo asiento del autobús (y sólo porque no es posible sentarse en el tubo de escape) mis compañeros me miran aterrorizados haciéndome señas desesperadas para que vaya con ellos.
Antes de llegar a la facultad de medicina, el árabe parece despertar de su letargo, guarda su libro y se apea del autobús. Lola viene trotando hasta mí mientras grita -¿Estás loco? ¡¡si lleva una bomba te mata!!-
La idiotez de la paranoia.
Lázaro, emocionadito perdido, me da un codazo y dice -¡Joder queeeeee fuerte! ¿os imagináis que mañana leemos en las noticias que un terrorista árabe se ha autoinmolado en la Ciudad Universitaria? ¡nosotros podríamos reconocerle en una rueda de esas!-
La idiotez de la paranoia.
Manuel replica -¡Si es que vivimos acojonados! ¡Deberían obligar a todos los pu**s moros que viajan en autobús o en metro a que enseñen el pecho y las bolsas para ver si llevan bombas!-
La paranoia de la idiotez.
El árabe se sube al autobús y se sienta frente a nosotros. Es enorme. Lo más enorme en árabes que yo he visto en mi vida (y he visto muchos). Acto seguido, se cala la capucha del chaquetón, saca un pequeño libro del Corán, y se pone a rezar en modo cántico-moscardón, con ambas manos vueltas hacia arriba y un extraño balanceo. Yo, que casi puedo oir la sangre de los viajeros del autobús congelarse y cristalizarse dentro de sus respectivas venas, permanezco en mi asiento; mis compañeros de facultad, sin embargo, se levantan y huyen al fondo. Poco a poco se va haciendo el vacío alrededor del árabe. Primero con mesura y discrección, luego con total histeria compulsiva. Desde el ultimisisisisisisisimo asiento del autobús (y sólo porque no es posible sentarse en el tubo de escape) mis compañeros me miran aterrorizados haciéndome señas desesperadas para que vaya con ellos.
Antes de llegar a la facultad de medicina, el árabe parece despertar de su letargo, guarda su libro y se apea del autobús. Lola viene trotando hasta mí mientras grita -¿Estás loco? ¡¡si lleva una bomba te mata!!-
La idiotez de la paranoia.
Lázaro, emocionadito perdido, me da un codazo y dice -¡Joder queeeeee fuerte! ¿os imagináis que mañana leemos en las noticias que un terrorista árabe se ha autoinmolado en la Ciudad Universitaria? ¡nosotros podríamos reconocerle en una rueda de esas!-
La idiotez de la paranoia.
Manuel replica -¡Si es que vivimos acojonados! ¡Deberían obligar a todos los pu**s moros que viajan en autobús o en metro a que enseñen el pecho y las bolsas para ver si llevan bombas!-
La paranoia de la idiotez.
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