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domingo, febrero 5
La puerta de salida
No llevo nada bien esto de haber perdido mi nombre compuesto. No llevo nada bien haber pasado de ser Arieljoder, Arielpordios o Arielmalditasea a ser simplemente Ariel. Noto que me falta algo. Algo con dos piernas, orejas y jersey de cuello alto y estampado absurdo.
Pero no puedo traerle, y el silencio jode, así que me voy yo. Pero cuando estoy en la calle me doy cuenta de que, en realidad, no tengo a dónde ir, así que cojo un taxi que no puedo pagar y me voy a casa de Florián. A casa de Florián donde esta mañana tenía que haber pasado un poco el fregador, haber hecho la comida y haber recogido los 286 frascos vacíos de pepinillos del dormitorio. Y como me suele pasar cuando estoy metido hacia dentro como un calcetín, dispongo de un extraño valor que hace que esta vez el viejo manatí no me dé miedo. Que hasta le contesto cuando mira la noche a través de la ventana y me dice -Joder, ¿ya son las once de la mañana? ¡qué bien!-. Le contesto y le digo que siento no haber llegado para el desayuno pepinillar, pero que todo fue un error y yo no sirvo para ayudar a nadie, porque nisiquiera soy capaz de ayudarme a mí mismo. Y él se remanga la bata cochambrosa y me dice que es normal que las chicas me den calabazas. Que soy flaco y tengo los ojos raros. Y yo estoy recogiendo la ropa cuando me siento como Miss Cellie y le respondo que al menos no seré un manatí gruñón de bata cochambrosa y devorador de pepinillos. Pero la vecina me oye desde su ventana y dice "Jesús, por Dios...", así que doy por hecho que mañana se chivará y yo seré expulsado de la vida del viejo manatí comepepinillos para siempre. Con lo cual, ya no sólo no seré Arielpordios, ni Arielmalditasea, sino que encima tampoco seré Ariel el flaco de los ojos raros. Y volveré a mi casa mohosa, donde sólo soy Ariel y donde por mucho que busque, rebusque y grite, no termino de encontrar la puerta de salida.
Pero no puedo traerle, y el silencio jode, así que me voy yo. Pero cuando estoy en la calle me doy cuenta de que, en realidad, no tengo a dónde ir, así que cojo un taxi que no puedo pagar y me voy a casa de Florián. A casa de Florián donde esta mañana tenía que haber pasado un poco el fregador, haber hecho la comida y haber recogido los 286 frascos vacíos de pepinillos del dormitorio. Y como me suele pasar cuando estoy metido hacia dentro como un calcetín, dispongo de un extraño valor que hace que esta vez el viejo manatí no me dé miedo. Que hasta le contesto cuando mira la noche a través de la ventana y me dice -Joder, ¿ya son las once de la mañana? ¡qué bien!-. Le contesto y le digo que siento no haber llegado para el desayuno pepinillar, pero que todo fue un error y yo no sirvo para ayudar a nadie, porque nisiquiera soy capaz de ayudarme a mí mismo. Y él se remanga la bata cochambrosa y me dice que es normal que las chicas me den calabazas. Que soy flaco y tengo los ojos raros. Y yo estoy recogiendo la ropa cuando me siento como Miss Cellie y le respondo que al menos no seré un manatí gruñón de bata cochambrosa y devorador de pepinillos. Pero la vecina me oye desde su ventana y dice "Jesús, por Dios...", así que doy por hecho que mañana se chivará y yo seré expulsado de la vida del viejo manatí comepepinillos para siempre. Con lo cual, ya no sólo no seré Arielpordios, ni Arielmalditasea, sino que encima tampoco seré Ariel el flaco de los ojos raros. Y volveré a mi casa mohosa, donde sólo soy Ariel y donde por mucho que busque, rebusque y grite, no termino de encontrar la puerta de salida.
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