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viernes, marzo 10
Post nº 2: Los dramas
Internet sirve para magnificar las cosas y hacer ministro al botones, en menos que canta un gallo. Yo lo supe cuando lo de mi operación. Realmente, a pesar de que fuera neurocirujía, no conllevaba mucha gravedad. De hecho, a menos que el cirujano me estornudara dentro, no corría ningún peligro. Pero cometí un error de nepobocazas y en mi aviso de ausencia, me dibujé el cabezón vendado. Y se montó una que ni yo mismo me lo creía cuando volví. Hay quien me escribió: "creí que te perdía..." con un aire de apocalipsis neurológica, que me puso los pelos del pubis como escarpias.
Bueno, pues tal y como funcionan las cosas, he descubierto que nos encanta montar dramas y que además, llegamos a montarlos terribles de la muerte. Es como si las desgracias nos engrandecieran. Como si una vida positiva, sin muertes, sin agonías, sin parejas crueles, sin desengaños ni traiciones a lo Sarah Bernard, no valiera un centavo blogueramente hablando. Tanto es así que la mayoría de las veces surjen los timos, y nos dejamos llevar por una psicosis grupal, sin caer en la cuenta de que lo último que hace un moribundo en su lecho de muerte es decir: "Pepecarlos, hermano... agggh... por... por favor... ¡no olvides actualizar mi blog!".
No, señores, no. Lo siento. Lo cierto es que a los bloggers de a pie (léase no profesionales) nos importaría un carajo de mono el blog, si estuviéramos muriéndonos. Con lo cual, si vemos un post en el que salga una nota diciendo: "Soy su hermano Pepecarlos, y entro aquí para deciros que Cachirulo ha fallecido pero que os lleva a todos en el corazón...", antes de rasgarnos la camisa y empezar a proferir gritos de ¡CACHIRULOOOO NOOOOO DIOSSSS ¿¿PORQUE SIEMPRE TE LLEVAS A LOS MEJORES??" debemos barajar el hecho de que probablemente sea el mismo Cachirulo, que le han capado los blogs en el trabajo y ya no puede postear.
De la misma forma, si se te cae tu hijo de cinco años por una ventana, probablemente pases el aniversario de su muerte debajo de una almohada llorando y rezando porque nadie te recuerde ni su nombre. Y desde luego, lo último que harás, es ponerte a contarlo con pelos y señales, describiendo sus piececitos subiéndose al alféizar en un post, para que lo sepa hasta el último habitante de Quito. Claro está... siempre y cuando lo que estés buscando realmente no sea que te lluevan las cartitas y los post de "¡ánimo Cachirulo que tú puedes!" y las plañideras profesionales (habituales en estos blogomundos) de las de "¡¡DIOS MIO DAME FUERZAS!!! ¡¡¡SE ME HA ROTO OTRA UÑA!! ¡¡¡AAAAAGHSSSS!!! ¡¡¡HAZME UNA MUJER FUERTE PARA SOPORTAR ESTE INFIERNO!!! te compongan una oda al sufrimiento, para lacrimeo blogueril general.
En resumidas cuentas, que si nos pusiéramos todos a meter el dedo en la llaga a lo Santo Tomás en cada uno de tantos... ehm... dramas, mucho me temo que íbamos a terminar con la huella dactilar desgastada de tanto trajín.
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